por ALEJANDRO A. DOMINGUEZ BENAVIDES
Hace unos cuantos años que vengo reflexionando sobre el lugar que ocupa la opera en nuestro país. Un género que cumplió más de cuatrocientos años se mantiene fresco y joven.
Detesté en su momento los mega-recitales de los “tres tenores” pero no puedo soslayar un aspecto positivo: la ópera se ha reencontrado con su lugar dentro del espectro musical como una expresión artística popular. Volvió a los orígenes y lo celebramos.
Mientras que en Europa y sobre todo en Italia existen innumerables teatros operísticos en nuestro país solo tenemos nuestra gloria el Teatro Colón de Buenos Aires hoy cerrado y librado su destino a la improvisación y los pobres amantes de la ópera deben guarecerse ¿dónde? en las asociaciones musicales que con gran esfuerzo presentan espectáculos de jerarquía.
Frente a un Teatro Colón cerrado, un Teatro argentino de la Plata desorganizado
-donde se le debe a los cuerpos técnicos tres meses de sueldo-, frente a este panorama nos queda una esperanza la celebración de los diez años de Juventus Lyrica.
Una celebración que tiene varias significaciones positivas. En primer lugar su instalación en el complicado campo musical de Buenos Aires donde a un público exigente se suma una crítica injusta -Juventud Lyrica la sufrió en sus comienzos- de veteranos expertos que no veían con buenos ojos la labor de las juveniles voces desconocidas que cantaban un repertorio que no estaba –según ellos- a su altura. Esos críticos hoy tienen que reconocer con barras y estrellas, manos, dedos en fin esas calificaciones arbitrarias, que por suerte la dirección de El Menú no nos obliga a utilizar.
No todo el mundo puede llegar al teatro Colón primero porque es un teatro que consagra a los artistas y segundo porque ha sido un coto de caza donde unos pocos se han sentido árbitros de la estética y de esa forma despreciaron valores por ejemplo como José Cura, gracias a Dios, reconocido por el maestro Plácido Domingo después de ganar el concurso Operalia por él patrocinado. Y hoy triunfante en el viejo mundo.
Frente a la triste realidad de un Teatro Colón que no nos puede ofrecer nada: solamente la errática elección de directores diletantes ayer y hoy un cultor de la música folklórica de los 70. Juventus Lyrica tuvo su gran oportunidad:
presentar una fiesta de gala donde en su primera parte la dedicó a lo mejor del repertorio mozartiano, Cosi fantutte, La flauta mágia, Las Bodas de Fìgaro y se sumó El Barbero de Sevilla de Rossini. Se lucieron las voces de Lucas Debevec Mayer, Soledad de la Rosa, Sonia Stelman, Lara Mauro, Fabian Veloz, Carlos Ullán, Laura Penchi, Marcela Sotelano, Laura Polverini, Cecilia Pastawski, Sebastián Angulegui, Santiago Burgui y Leandro Sosa. La labor de los cantantes fue precisa y estuvieron a un paso de la excelencia, claro, no hay que olvidar que detrás de todo este trabajo vocal está la experiencia, la sensibilidad y la exquisitez del maestro Antonio María Russo un sabio conocedor del arte del incomparable Mozart.
La segunda parte del programa fue más despareja, seguramente por la diversidad de estilos para interpretar a Donizetti, Verdi, Gounod, Puccini, Bizet Lehar, Wagner y Offenbach. Las voces de Luján Mirabelli, Fernando Grassi y Norberto Fernàndez. Pero como estamos de festejo dejemos los tecnicismos para el próximo número, estamos de fiesta y brindemos por Juventus Lyrica que en la cultura argentina sobrevivir diez años es mucho, muchisimo.
NOTA PUBLICADA EN EL MENU DE BUENOS AIRES
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