ACADEMICUS



UN PUENTE ENTRE EL MUNDO ACADÉMICO Y UNIVERSITARIO Y LA SOCIEDAD.


miércoles, 26 de noviembre de 2014

Seis actitudes que tienen hartos a los profesores en el aula.

Foto: Ilustración: Gio



No leer, chatear por el móvil y comer en clase, aspectos que sacan de quicio a los académicos.
Por: EL MERCURIO |
11:48 p.m. | 22 de noviembre de 2014


"La causa de estas quejas no es solo la pereza cognitiva del alumno, sino también lo que el profesor y la universidad ofrecen como cultura académica", dice Mauricio Pérez Abril.
Algunos llevan décadas enseñando en las aulas, varios se cuentan entre los mejor evaluados por sus alumnos, unos dan clase en los primeros años de universidad, y otros, a los que están al final de la carrera. Hay quienes enseñan en carreras humanistas, otros son cien por ciento matemáticos.
El abanico es amplio, pero cuando les dimos a una decena de profesores de educación superior un minuto de confianza para desahogar aquello que más les molesta de sus alumnos, las respuestas se repitieron casi como una letanía. El estudio, que se realizó con una decena de profesores chilenos, demostró la coincidencia en las actitudes que más les molestan, desde lo anecdótico a temas más preocupantes.
En Colombia, los motivos de disgusto son similares, aunque algunos, como Mauricio Pérez Abril, director del grupo de investigación de Pedagogías de la Lectura y la Escritura de la Javeriana, señalan que aunque esos son los síntomas, la culpa es compartida. “La causa de estas quejas no es solo la pereza cognitiva del alumno, sino también lo que el profesor y la universidad ofrecen como cultura académica”, dice.
A continuación, los aspectos en que hubo mayor coincidencia:
Ley del mínimo esfuerzo
La lógica instrumental desmotiva a varios profesores. “Lo que más me molesta es cuando preguntan: ‘¿esto entra para la prueba?’, con la idea implícita de ‘si no, no me importa’. A veces creo que hay alumnos que solo quieren sacar el título. No les interesa aprender”, analiza un profesor senior. El más joven se queja de lo mismo: “Preguntan: ‘¡¿hay que leer todo el texto?!’, ‘pero, ¿qué va a entrar en la prueba?’. Es la ley del mínimo esfuerzo”.
“En quinto año, si estiman que lo que uno pasa no les va a servir, simplemente no vienen”, agrega una docente. “El alumno hoy está articulado alrededor de ‘para qué sirve’ lo que le enseñan, qué utilidad tiene –agrega otro–. Y hay contenidos que apuntan solo a desarrollar la capacidad reflexiva. Les digo: ‘sirve para que sean más inteligentes. Para que en la próxima reunión familiar parezcan más cultos’ ”, ironiza.
Miran para otro lado
Si no leen, no es raro que su participación en las clases sea escasa. “No opinan. Uno pregunta y es como si pasaran un millón de ángeles. Hay hasta un minuto de silencio, y ellos miran para otro lado”, dice un profesor joven.
Otro que lleva años dictando cátedra coincide: “A veces algunos hablan aunque no sepan, pero en muchos casos es el cementerio total. Tienes que mirarlos fijo para que se sientan obligados a hablar”.
“Es frustrante –agrega otro–, porque uno prepara material antes de la clase, lleva casos para analizar y espera tener una clase participativa, pero te das cuenta de que no se puede, porque ellos no leyeron. Los que opinan son siempre los mismos, cuatro o cinco. Y los otros se empiezan a aburrir y agarran el celular”, dice.
El móvil es más importante
“La regla es que si el celular suena, el dueño tiene que salir a hacer una gracia frente al curso, como recitar o bailar. Como son tímidos, funciona”, cuenta un profesor sobre su experiencia. Pocos, sin embargo, logran disimular el uso de WhatsApp y redes sociales. “Mandan mensajes por debajo de la mesa y sonríen como bobos, pensando que uno no se da cuenta”, delata uno. En otra universidad, “los sacan descaradamente y chatean. Uno no puede retarlos. No estamos en el colegio”, dice una profesora.
Y otro se queja: “Parece que el mensaje que les mandan es más importante que la clase. “Intentan disimular, porque saben que me enfurezco. Les digo: ‘mándele saludos a su noviecita’, y ahí lo guardan”.
Impuntuales y comelones
Para los académicos, hay actitudes de sus alumnos impensables cuando ellos fueron estudiantes. “Comen en clases. Sacan barras de cereal, bebidas... Yo tiré la toalla con la gente comiendo en clase”. La impuntualidad de algunos también es motivo de fastidio. “Llegan 10 minutos tarde y se enojan porque no los dejas entrar”. Otra queja de quienes tienen años de docencia es el saludo. “Que las estudiantes lleguen saludando de beso me incomoda. Quiebra la distancia de autoridad necesaria”, dice otro.
‘Súbame la noooota’
Al final del año suelen aparecer estudiantes abrumados por una nota que no les alcanza para pasar. “Considero extraordinariamente irritante que invoquen razones extracurriculares para subirles la nota, como ‘soy el primero de la familia que llega a la universidad’ o ‘con esta nota voy a perder la beca’. ¡Uno no puede subir notas por razones humanitarias o compasión!”, señala un profesor joven, que condena igualmente a “algunas chicas que esbozan una sonrisita para que le subas la nota o incluso visten provocativamente, con escotes, por si les funciona”.
‘No alcancé a leerlo’
Leer parece ser una costumbre en retirada en la actual generación de estudiantes, pues es el más reiterado y vehemente reclamo de los profesores. “Lo que más me molesta es que jamás leen. Si no hay prueba, no leen, y cuando leen te das cuenta de que además tienen muy poca comprensión de lectura”. “El concepto de lectura obligatoria no significa nada para ellos, aunque figure en el programa. No está en su hábito hacerse un plan de lectura”, reclaman dos profesores del área de ciencias sociales. Y otro agrega, “entonces uno, como las abuelitas, tiene que empezar a contarles de qué se trataba el texto y decirles ‘esto es lo principal’, y ellos anotan y anotan, en una actividad intelectual totalmente pasiva”.

EL MERCURIO (CHILE).

martes, 25 de noviembre de 2014

OPINIÓN ¿Una casta universitaria? por Gemma Galdon Clavell 21 NOV 2014 publicado en El PAIS CATALUÑA


El problema no es la crisis, sino la falta de innovación, respeto, mérito y transparencia en un funcionamiento que está viciado



Se habla bastante de la grave situación de la I+D en España. De los recortes, la fuga de cerebros, de los miles de investigadores e investigadoras que después de años de formación, esfuerzo y trayectorias brillantes se ven obligados a hacer las maletas e irse. Menos se habla, no obstante, de los que se quedan. De los afortunados que consiguen seguir viviendo de su pasión investigadora y docente… ¿Afortunados?
No tanto. Las prácticas laborales de la universidad española son un secreto a voces: profesores asociados con sueldos de menos de 300 euros al mes, sistemas de colas por encima del mérito para asignar nuevos puestos (gana el paciente y el obediente) y un sistema orientado a que los de abajo hagan el trabajo de los de arriba. Prácticas, además, que se perpetúan en la impunidad más absoluta: la universidad convierte a sus víctimas en cómplices de su propia situación. Un sistema de palos concretos y zanahorias abstractas que parece servir solo para la gloria y estabilidad de unos pocos a costa del trabajo e  invisibilidad de muchos y muchas.
Lo preocupante es que muchas de estas dinámicas preceden a la austeridad. Y pueden por lo tanto sobrevivirla si no se abordan como un problema estructural. Esta misma semana investigadores e investigadoras del CSIC publicaban una propuesta de ideas para la reforma de la ciencia en España que iba más allá de los recortes para poner sobre la mesa un diagnóstico centrado en la necesidad de modernización, transparencia, gestión eficiente y autonomía de gobierno. En el documento se habla de burocracia, control político y falta de evaluación e incentivos. En el caso de las muchas universidades, a esos problemas podemos añadirle el de un opaco entramado de intereses público-privados estructurados alrededor de fundaciones universitarias.
Pero entonces, si la falta de dinero no basta para explicar la crisis actual de nuestras instituciones de enseñanza superior, ¿de qué mal estamos muriendo? Morimos, en primera instancia, de una dualidad injusta e insostenible entre el personal estable y el no estable. La universidad española a menudo perpetúa innecesariamente una gerontocracia que equipara capacidad a acumulación de años. En un momento en el que muchas convocatorias europeas de financiación quieren promover a investigadores jóvenes, en España es habitual que éstos deban renunciar a la autoría de proyectos o publicaciones en favor de personas con más antigüedad por una absurda norma no escrita. La combinación de vasallajes, inercias y miedo invisibiliza a menudo el trabajo de la generación más formada de este país y nos impide reconocer, aprovechar y promover su trabajo.
Morimos también de rigidez. Los departamentos universitarios parecen a veces reinos de taifas, más preocupados por defender sus fortines que por avanzar el conocimiento, formar al alumnado de forma innovadora o responder a los retos sociales actuales. Los muros que hemos levantado entre disciplinas dificultan la innovación y la experimentación en las nuevas fronteras del conocimiento. Cualquier persona que intente salir de su cajita disciplinar choca con un muro de dificultades (incomprensión, exclusión, soledad), sin que ninguno de los actores implicados (desde los jefes de departamento o facultad a los rectores y responsables políticos) parezca tener incentivos, poder o voluntad para cambiarlo. Los equilibrios y conflictos del reino de taifas drenan gran parte de la energía que debería orientarse a repensar el papel de la ciencia, la universidad y el conocimiento en el siglo XXI.
Morimos, también, víctimas de una estructura que parece incapaz de autoregenerarse. La universidad parece hoy el ejemplo paradigmático de la tragedia de los comunes: como es de todos, no es de nadie. Cada califa gestiona su pequeño rincón del reino, e intenta preservarlo del mundo exterior. Sin visión estratégica, sin rendición de cuentas, sin evaluación ni control, la máquina universitaria se oxida y cronifica el sálvese quien pueda. Y mientras se hunde este Titanic, la única música que se oye habla de un problema de financiación. Mientras se profundiza el abismo entre los que trabajan y los que firman el trabajo de otros, se hacen rimas con palabras vacías como excelencia y mérito.
Si el régimen del 78 ha creado en el ámbito político una casta más preocupada por atender sus intereses particulares que por representar a las mayorías, en la universidad el cortoplacismo, la autopreservación y la dualidad han creado una estructura autoreferencial, ineficiente e injusta que bloquea el potencial de un país joven y formado. El problema de la universidad, pues, no es la crisis. Lo que falta no es dinero, y menos en un país que debe emprender un replanteamiento de su modelo productivo y su estructura formativa. Lo que falta es respeto, mérito, capacidad de innovación y luz y taquígrafos sobre unos métodos y procesos que están viciados. El debate es importante porque no nos jugamos solo las condiciones de trabajo actuales de unos cuantos investigadores. Nos jugamos el sistema de producción y reproducción del conocimiento en la formación superior. Nos jugamos el tejido productivo e intelectual del futuro. Nos jugamos, en realidad, el futuro.

Gemma Galdon Clavell es doctora en Políticas Públicas.

    http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/11/21/catalunya/1416598345_378000.html, 24/11/2014.                                                                       



miércoles, 17 de septiembre de 2014

CHINA ZORRILLA (1922-2014)



Nacida en Montevideo en 1922, “China” perteneció a una familia patricia de artistas, en la que destacó su abuelo, el poeta Juan Zorrilla de San Martín y su padre, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín.

Su vida artística como actriz y directora se inició con el grupo de teatro Ars Pulcra, debutando con la obra La anunciación de María, de Paul Claudel. Entre 1946 y 1948 permaneció becada en Londres y estudió en la Royal Academy of Dramatic Art. De regreso se incorporó al elenco de la Comedia Nacional, donde permaneció hasta 1958 actuando en decenas de obras, dirigidas por artistas del prestigio de Margarita Xirgu, Armando Discépolo y Orestes Caviglia.

En 1960 se sumó a la fundación del Teatro de la Ciudad de Montevideo, compañía a la que hizo valiosos aportes, hasta que se radicó durante cinco años en Nueva York. Allí presentó junto a Carlos Perciavalle Canciones para mirar, sobre la obra de María Elena Walsh, con la que ofrecieron al público de Broadway un espectáculo original y netamente rioplatense.

Entre sus múltiples áreas de acción sobresalieron, por esos tiempos, sus trabajos para la televisión uruguaya, con programas de difusión del teatro y la cultura en general.

Pero en 1971 se instaló en Buenos Aires para rodar Un guapo del 900, con dirección de Lautaro Murúa, a la que siguieron otros trabajos cinematográficos y escénicos.

Tras el inicio en 1973 del  gobierno militar en Uruguay se radicó en Buenos Aires, donde desplegó gran actividad en teatro, cine y televisión.

En cine participó en más de 50 films de una amplia variedad de géneros, desde Esperando la carroza, comedia costumbrista dirigida por Alejandro Doria, hasta la historia romántica Elsa y Fred, con dirección de Marcos Carnevale. Leopoldo Torre Nilson, Oscar Barney Finn, Fernando Ayala, Sergio Renán fueron algunos de los directores que trabajaron con ella, mientras Alfredo Alcón, Federico Luppi y Héctor Alterio se encuentran en la larga lista de actores que la tuvieron como compañera de reparto.

En 1985 volvió a actuar en Montevideo, con la obra Emily (de William Luce, sobre la poeta estadounidense Emily Dickinson), a la que siguieron muchos espectáculos ofrecidos en la capital y el interior, entre ellos algunos muy taquilleros, como la divertida pieza El diario privado de Adán y Eva (junto a Perciavalle), hasta el drama Camino a La Meca.

Más allá del teatro de texto, desplegó sus dotes histriónicas y su naturalidad escénica en espectáculos de carácter autobiográfico, en los que –a través de un entretenido anecdotario– repasaba los episodios más significativos de su vida artística.

Considerada una leyenda del teatro uruguayo, su proyección artística trasciende la escena: fue una figura de referencia en la vida pública tanto de Uruguay como de Argentina.

Entre otros galardones recibió la condecoración de la Legión de Honor en el Grado de Caballero de las Artes y las Letras, que el gobierno de Francia le otorgó en 2008.

El 14 de marzo de 2012, China quiso festejar su cumpleaños número 90 haciendo lo que mejor sabe hacer: subida al escenario de la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes, en Buenos Aires, diciendo textos para la admiración de una platea que aquel día tenía un auditorio muy especial con varias figuras de su carrera. Una tradicional torta de cumpleaños y un rosario de anécdotas siguieron a la representación teatral, aunque China se retiró de inmediato del lugar, seguramente como forma de reservarse ante semejante alud emocional.

Hoy el escenario mayor de la Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos lleva su nombre.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Esta Semana en el Teatro Colón: debut de Ambrogio Maestri, en el rol de Falstaff.


Martes 16 de septiembre, 20:30.

Falstaff en una nueva producción del Teatro Colón

El humor del inmortal personaje de William Shakespeare llega al escenario de nuestro primer coliseo, con la dirección musical de Roberto Paternostro y la dirección de escena de Arturo Gama. Esta versión de la ópera bufa de Giuseppe Verdi marca el debut en el Teatro Colón de Ambrogio Maestri, en el rol de Falstaff, junto con la interpretación de Bárbara Frittoli en el rol de Alice Ford y cuenta con la dirección de escenografía e iluminación de Juan Carlos Greco y el diseño de vestuario de Aníbal Lápiz.
Esta semana repite el viernes 19 a las 20:30 y domingo 21 a las 17:00 .
Localidades desde: $80.
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Martes 16 de septiembre a las 18:00.
Ciclo de charlas Antes del Telón:

Falstaff
 A cargo de Jaime Botana Escudero.
 
Un encuentro  para profundizar diferentes aspectos de la obra y de su creador, con el fin de aumentar el placer estético e intelectual del espectáculo con el aporte de ejemplos en audio y video.
Se llevará a cabo en el Salón Dorado y  la entrada es libre y gratuita, hasta agotar la capacidad del Salón.




 

 
 

 
 

 

 

 

 
 

 

 

 

viernes, 12 de septiembre de 2014

TEATRO MUSICAL LA NOTA MÁGICA


Una divertida comedia musical creada por Luis Borda, dirigida por Ricky Pashkus y protagonizada por Felipe Colombo, Florencia Otero, Rodolfo Valss, Mariú Fernández, Germán Tripel y elenco, que continúa sus funciones en el Teatro del barrio de La Boca.
Jueves y viernes a las 14
Sábados y domingos, a las 15. 30
Teatro de la Ribera


MUSICA/MUSICA EN EL HALL.


VIERNES 12 Y SÁBADO 13:
TREMOR
El trío ofrecerá un concierto circular, ubicando a los músicos en el centro de la escena y rodeados por el público, con un diseño de sonido en cuatro canales. El repertorio incluirá temas de Proa, su último disco, además de nuevas composiciones.

 Entrada libre
Hall Central Carlos Morel
Teatro San Martín

MUSICA//MUSICA EN EL HALL.


VIERNES 19 Y SÁBADO 20:
NÉSTOR MARCONI QUINTETO
El gran bandoneonista volvió a grabar, luego de 10 años, un disco al que llamó Robustango, y se encuentra presentándolo en vivo junto a reconocidos talentos del tango actual: Pablo Agri (violín), Leonardo Marconi (piano), Juan Pablo Navarro (contrabajo) y Esteban Falabella (guitarra). El repertorio del disco incluye versiones de clásicos como “El día que me quieras” y “La última curda”, además de tangos nuevos.

 Viernes y sábados a las 19
Entrada libre Hall Central Carlos Morel
Teatro San Martín

DANZA / ESTRENO//BALLET PROGRAMA III


Mauricio Wainrot, director artístico del Ballet Contemporáneo, presenta dos coreografías propias: el estreno de Estaciones porteñas con música de Astor Piazzolla y la reposición de Anne Frank con música de Béla Bartók.
Cuatro únicas funciones:
jueves 11, a las 14.30,
viernes 12 y sábado 13, a las 20.30,
y domingo 14 a las 19
Sala Martín Coronado
Teatro San Martín

lunes, 1 de septiembre de 2014

Esta Semana en el Teatro Colón 1 al 7 de septiembre.



 
 Jueves 4 de septiembre, 20:30 
El violinista Pablo Diemecke se presenta junto con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
Bajo la dirección de su hermano Enrique Arturo Diemecke interpretarán un programa musical compuesto por obras latinoamericanas: Tangazo de Ástor Piazzolla, Concierto para violín de Carlos Chávez y La noche de los mayas de Silvestre Revueltas.
Localidades desde: $50.
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Sábado 6 de septiembre, 20:30
Sonetos de Petrarca, el ciclo de obras de música de cámara de Sebastián Zubieta en el CETC
Con dos programas musicales diferentes en cada jornada, el primer día se interpretará Coronata di stelle, un obra concebida para un trío para piano, violín y violonchelo que fuera encargada y estrenada en el Look & Listen Festival 2014. El segundo día, serán interpretadas una serie de piezas, para dúos y solos, compuestas por Zubieta desde el 2002 hasta el presente.
Esta semana repite el domingo 7 a las 17:00 horas.
Localidades: $70.
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Domingo 7 de septiembre, 11:00 horas. Entrada gratuita.
Jaime Torres regresa al Teatro Colón en una nueva función del ciclo Intérpretes Argentinos
Este espectáculo ha sido concebido especialmente para el Teatro Colón, con invitados especiales, que se sumarán al grupo de músicos que acompañan habitualmente a Jaime Torres. Entre ellos, la Banda de Sikuris Aymaras Intercontinentales de la Provincia de Buenos Aires y la encantadora intérprete salteña Melania Pérez.
Las entradas se podrán retirar a partir del viernes 5 de septiembre, de 10:00 a 20:00 horas en la boletería del Teatro Colón, Tucumán 1171 (4378-7109).
Se entregarán 4 localidades por persona hasta completar la capacidad de la sala.
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Visitas guiadas
Todos los días (inclusive los feriados), desde las 09:00 hasta las 17:00 (horario en el que sale el último grupo). Hay visitas cada 15 minutos.
Entrada general: $150
Tarifas Promocionales
Residentes en Argentina: $60
Jubilados residentes: $30
Menores de 7 años: No abonan
Estudiantes universitarios residentes (con libreta estudiantil): $30
Contingente de escuela privada (previa reserva): $30 por alumno
Contingente de escuela pública (previa reserva): No abonan.
Personas con discapacidad con (1) acompañante: No abonan.
Para más información llamar al 4378-7127/8 o escribir a visitasguiadas@teatrocolon.org.ar.
 

Clásica / Concierto.



Orquesta Filarmónica de Buenos Aires/ Solista: Gavriel Lipkind,  violonchelo /Director: Enrique Arturo Diemecke/ Programa: Bloch: Schelomo, rapsodia hebraica para violonchelo y orquesta; Strauss: Una sinfonía alpina, Op. 64/ Sala: Teatro Colón.  

                                                  Alejandro A.Domínguez Benavides

La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires  se presentó el viernes 29 bajo la conducción musical del maestro Enrique Arturo Diemecke. En la primera parte del programa el violonchelista israelí Gavriel Lipkind interpretó Schelomo, rapsodia hebraica para violonchelo y orquesta. Lipkind (Israél 1977) está considerado uno de los violonchelista de mayor fineza y poderío en el panorama actual. Sus producciones discográficas Miniatures and Folklore, en que presentó sus propios arreglos; y Single Voice Polyphony, sobre las suites para chelo solo de Bach, representan facetas muy diferentes, aunque igualmente importantes, en su creatividad musical. Se trata de su propia voz como compositor, sumada a un conocimiento profundo del violonchelo, que le muestran como un músico de brillantes conceptos estéticos y expresivo virtuoso.

En el concierto del viernes 29 de agosto pudimos ser  testigos de su calidad interpretativa. La rapsodia hebraica  de Bloch estrenada en el Carnegie Hall en 1917. Expresa la nostalgia del exilio,  la búsqueda de la Tierra Prometida, la esperanza mesiánica. Desde el comienzo hasta el final con la cadenza inicial, que nos anticipa el tema principal de la obra y el final poderoso de la orquesta  que lentamente se apaga para dejar como único protagonista el  violonchelo Antonio Garani (Bolonia, 1702) y su interprete dando sus notas con un sonido grave y profundo. En su  rapsodia Bloch imprime un carácter sacro que se traslucen en un canto religioso judío interpretado después que las cadenzas del cello dan paso a las cuerdas  y permiten al fagot y al oboe transmitir un sentimiento de melancolía que tanto el solista como la Orquesta lograron con creces y que el público saludo con entusiasmo  .

Una sinfonía alpina, Op. 64 de Richard Strauss.

Entre la rapsodia y la sinfonía alpina podemos no solamente hallar paralelismos temporales sino que además la dos obras se interpretan sin iterrupciones.

Compuesta entre 1911 y 1915 y estrenada en octubre de este año, la 'Sinfonía Alpina', op. 64 puede ser considerada como el último gran poema sinfónico de Richard Strauss, género al que se dedicó casi por completo en los últimos años del siglo XIX.

La 'Sinfonía Alpina' se plantea como un regreso al universo instrumental de la gran orquesta sinfónica. El título, una jornada en los Alpes bávaros, fragmentada en una sucesión de etapas durante el ascenso y descenso de una montaña, inspirada, seguramente, por las vistas que el propio Strauss disfrutaba desde su mansión de Garmisch, pequeña localidad del sur de Alemania lindante con la frontera austriaca, donde el compositor hizo construir su residencia principal tras el éxito de su ópera 'Salomé'.
Escrita con una brillante instrumentación para una orquesta que supera largamente la centena de músicos -incluyendo instrumentos tan curiosos como el glokenspiel, las maquinas de viento y tormenta o el popular cencerro- la 'Sinfonía Alpina' enlaza sin pausas 22 etapas que se inician antes del alba al pie de la montaña, coincidiendo la ascensión con un espectacular amanecer cuya melodía presenta el leitmotiv que se escuchará en diferentes evoluciones durante todo el trayecto, alcanzando 'la cumbre' después de haber atravesado bosques, arroyos, torrentes y verdes praderas. Ya en la cima la hermosa 'visión', punto culminante de la obra, se expresa con un tutti orquestal muy denso y expresivo. El descenso irá acompañado al principio por brumas y oscurecimiento del cielo, para dar paso a un momento de tensa calma antes de que se desencadene la tormenta. Las últimas etapas de la travesía se ven envueltas en una idílica puesta de sol, cuyo desenlace prologan unos acordes de órgano, para concluir en la paz que trae la noche cerrada.

La dirección de Diemecke logró que la orquesta transmitiera con fidelidad esos veintidos momentos con maestría, calidez y colores, emoción y alegría que contagia y que conmueve nuestro espíritu.

 

 

 

 

 

viernes, 11 de abril de 2014

ALFREDO ALCON 1930-2014 por Alejandro A. Dominguez Benavides



 

                                          
 Alejandro Domínguez Benavides(h) el director Roberto Villanueva y el actor Alfredo Alcón en el Teatro del Pueblo en diciembre de 2003.

Un ambiente sombrío. El sillón tapado preside el escenario. Al fondo dos tachos de basura. Contra una pared alta con una ventana pequeña. El silencio de la Sala Casacuberta del Teatro San Martin es quebrado por la voz inconfundible, gastada pero inconfundible de Alfredo Alcón en una interpretación memorable de Hamm de Final de Partida de  Samuel Beckett.

Alcón actor y director, año 2013. Mi último recuerdo. La última vez que lo vi en el escenario. Y que recuerdo Beckett unido a Alcón en una puesta perfecta.

Patrice Pavice, palabras más palabras menos, en su libro El análisis de los espectáculos. Teatro, mimo, danza, cine, escribió  que el crítico tiene que ver un espectáculo una  sola vez y ponerse a escribir su comentario. Dejarse llevar por la primera impresión, la primera mirada. Siguiendo el consejo del académico francés voy a escribir esta semblanza sobre Alfredo Alcón recurriendo a mi memoria en su memoria hoy que ha partido de este mundo.

Voy a dejar las frías necrológicas a los diarios  que sacan un párrafo de un lado y de otro y arman un rompecabezas de circunstancias.

No se cuando fue la primera vez que vi a Alfredo Alcón en el teatro. El teatro la música y el cine  me acompañan desde que mis padres me engendraron. No tuve la dicha de nacer  en la calle Corrientes porque le habré hecho un guiño a mamá para que no saliera las noches previas…y seguro que papá habrá perdido alguna reserva.

Pero lo cierto es que mi vida transcurrió rodeado de estos personajes que como Alcón marcaron una época de nuestro Cine el Teatro y casi podría decir mis años de vida. Recuerdo las tapas de las revistas Radiolandia y Antena que  muchos tilingos  escondían y que Victoria Ocampo, por ejemplo,  leía con curiosidad de mujer de mundo.

Insisto no puedo escribir una necrológica tradicional,  escribo lo que puedo.  ¿Un testimonio de una época de mi vida? ¿Un fragmento de mi memoria?  Ya vendrán los trabajos académicos, los análisis, las críticas y porque no una biografía.

Algunas pinceladas biográficas

Alfredo Alcón, único hijo, su madre quedó sola y tuvo que salir a trabajar, entonces la figura de la abuela se volvió imprescindible. Esas mujeres dejaron huella en su vida, si se hace una recorrida por los miles de reportajes que le han hecho siempre hay un recuerdo cariñoso y  agradecido hacia ellas, que lo educaron, y esa gratitud no quedo en palabras. Cuido a su madre y gasto una fortuna en enfermeras para que tuviera una muerte digna en su casa tras una larga enfermedad que lo mortificó pero no le quito la alegría.

Cuentan algunos allegados que cuando ganaba un premio se acercaba a la cama de su madre y aunque ella estuviera dormida bajo los efectos de las drogas, él le agradecía y le mostraba la estatuilla.

Un hombre agradecido de su público, de sus maestros, de los críticos.

Recuerdo que una vez lo entrevisté en mi programa de radio a mediados de 2005. Lo había visto en el Teatro San Martin en Enrique IV de Pirandello, dirigido por Rubén Schumacher. Salí conmovido. Recuerdo que caminé hasta Callao en silencio porque no me salían las palabras estaba a punto llorar.  Y esta confidencia fue el punto de partida de la entrevista. Estaba tan abrumado por mi entusiasmo y las llamadas de los oyentes que con vergüenza me confesaba a su vez que se sentía un impostor y que temía que lo descubrieran…

A los pocos días suena mi teléfono, hola habla Alfredo yo distraído iba caminando por la avenida Córdoba lo confundí y continuó Alcón soy Alcón quiero agradecerte la nota me regalaste un día de sol en medio de la oscuridad que vivía ese dia.

A partir de ese momento fueron varias las entrevistas. No necesitaba hablar con los agentes de prensa. Siempre estuvo a mi disposición. Como lo estuvo ante quienes requerían un consejo y hasta su dirección. En la década del 90 del siglo pasado, un grupo de egresados del Conservatorio presentó un espectáculo dedicado a García Lorca bajo su dirección en el Teatro IFT. Allí se notaba su impronta. El escenario despojado para que se luzca la palabra, la dicción el buen decir.

Se formó en la Escuela Nacional de Arte Dramático, la época de oro de  Cunill Cabanellas, de Alfredo de la Guardia y se nutrió no solo  de las enseñanzas de sus maestros sino  de la experiencia de directores y actores de quienes aprendió el oficio. Recordaba con gran afecto y admiración a  esa gran actriz que fue Milagros de la Vega, teníamos un romance decía broma. Con ella compartió el elenco en 1973 de Las Brujas de Salem de Henry Miller.

Timido, distraído por momentos aniñado. Contaba que una vez se encontró en el tren con Armando Discépolo y con sinceridad cerril el dramaturgo le dijo: Usted con esa cara va a interpretar Un guapo del 900 dirigido por Leopoldo Torres Nilson en 1960. No sabía donde meterme confesaba risueñamente.

En su larga carrera artística habrá representado cientos de obras del repertorio clásico. Supongo que le habrá ilusionado hacer el Rey Lear. El Teatro San Martin lo programó dirigido por  Jorge Lavelli  y fue convocado para hacer el protagónico. No sabemos que pasó. Se fue. No se pelió con el director.   

Pero al final  hizo su Lear -seguramente según una estética en la que se sentía más cómodo- en España y en 2009 en el  Teatro Apolo dirigido por Rubén Schumacher.

William Shakespeare estuvo muy presente en su repertorio Hamlet en los años 70, Ricardo III al final de los 80 y  en los 90 una versión maravillosa de La Tempestad dirigido por Lluis Pascual.

Pero en su carrera teatral no fueron solamente clásicos los que llevó a escena. Su espíritu juvenil hizo que incursionara con nuevos textos, desafíos, actores y directores.

Uno de sus grandes éxitos fue Una Filosofía de Vida del escritor mexicano Juan Villoro dirigido por Javier Daulte y acompañado por Claudia Lapacó y Rodolfo Bebán.

Alfredo Alcón ha dejado el escenario vacío y nuestra memoria atesora lo que vimos  y no vimos también o tal vez imaginamos. Pero la palabra que tanto respetaba el gran actor quedará intacta. Escucho su voz interpretando el Epílogo de la Tempestad encarnando a Próspero y diciéndonos: “Que vuestro aliento gentil hinche mis velas, o sucumbirá mi propósito, que era agradaros. Ahora carezco de espíritus que me ayuden, de arte para encantar, y mi fin será la desesperación, a no ser que la plegaria me favorezca, la plegaria que conmueve, que seduce a la misma piedad, que absuelve toda falta. Así vuestros pecados tendrán perdón y con vuestra indulgencia vendrá mi absolución”.