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jueves, 13 de enero de 2011

"MARÍA ELENA WALSH, PRENDA DE UNIÓN DE LOS ARGENTINOS


MARÍA ELENA WALSH
EDITORIAL DEL DIARIO LA NACIÓN
Jueves 13 de enero de 2011

La escritora será recordada no sólo por su obra literaria, sino también como ejemplo de conducta democrática
La muerte de María Elena Walsh ha repercutido como es lógico con una enorme fuerza en los argentinos. Muchos de ellos lo expresaron claramente, acercándose a darle el último adiós o enviando mensajes llenos de afecto a través de algún medio de comunicación. Con ella se van dulces e innumerables recuerdos de infancia compartidos, de padres a hijos y entre distintas generaciones, porque sus canciones, sus poemas y sus libros para chicos han atravesado por muchos años con felicidad y alegría la vida de todo un pueblo. Es más, han constituido también un regalo muy poco habitual: tener para siempre un tesoro cultural único, una literatura infantil propia, algo que a otros pueblos y a otras civilizaciones les ha tomado a veces siglos elaborar.

Sin embargo, la ciudadana María Elena Walsh ha sido importante también por otras razones, igualmente o aún más poderosas. No es fácil -no lo será tampoco en el futuro inmediato, probablemente- encontrar un nombre que, como el de ella, sea prenda de unión entre nosotros los argentinos, siempre divididos por las pasiones, sean del origen que sean, políticas, intelectuales o futbolísticas.

En las horas que siguieron a su fallecimiento y en el mismo lugar del velatorio, se vio compartir dolor y afecto a personalidades de la cultura y de la política argentinas de muy distintos, sino enfrentados, signos políticos, junto a otros ciudadanos que concurrían obedeciendo a un mandato profundo, para agradecer el haberse sentido interpretados y reflejados en las canciones y los poemas de María Elena.

Efectivamente, al conjuro de su nombre, y por el respeto que su pensamiento y su libertad para expresarlo imponían, muchos aceptaron escucharla o leerla, pensar en lo que decía una y otra vez sobre el respeto a las instituciones republicanas, a la democracia, al derecho a disentir de buena manera, incluso con su humor tan característico.

Porque María Elena Walsh tenía, y todos se lo reconocieron, el derecho de decir lo que pensaba. Había sustentado eso en momentos en que muchos callaron. Su texto sobre el País-Jardín-de-Infantes de 1979 aún hoy conserva actualidad, lo mismo que la nota que escribió en este diario sobre la carpa docente. Y porque conocía como nadie a sus compatriotas, sabía de nuestra endémica inmadurez para convivir los unos con los otros y respetarnos, y, por ello, solía alertar con ironía y muchas veces con honestidad brutal sobre los excesos y los prejuicios a los que la sociedad argentina es tan propensa.

El resto de su obra literaria -sus libros de poemas para adultos, los que reúnen sus textos periodísticos y las dos novelas que escribió sobre sus recuerdos personales- está esperando ser estudiada como corresponde para ocupar su lugar entre las de los grandes escritores argentinos. No hay apuro, se hará sin duda.

Lo que importa ahora no es sólo recordarla con la admiración y el cariño merecidos, sino también tomarla como ejemplo de conducta democrática. Lamentablemente son muy pocos los ejemplos que hoy tenemos los argentinos entre nuestras figuras públicas, y mucho menos una como ésta, que logró ponernos de acuerdo y enseñarnos con la sabiduría de una maestra inigualable. Por eso, en estos tiempos de divisiones y enfrentamientos entre argentinos, la muerte de María Elena Walsh debería hacernos reflexionar también sobre el valor de la unidad nacional.

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