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lunes, 13 de septiembre de 2010
MURIO EL CINEASTA CLAUDE CHABROL. ADIOS AL OBSERVADOR DE LA BURGUESIÍA POR FERNANDO LÒPEZ para LA NACION
El director era famoso por el buen humor que impuso en los rodajes de sus 60 films. Foto AFP
Claude Chabrol, uno de los fundadores de la nouvelle vague, que revolucionó el cine francés a fines de los años 50, murió ayer, en París, a los 80 años, según informó AP.
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Palmas, osos, globos, leones, copas, Oscar, diplomas: muchos cineastas pueden enarbolarlos como garantía de calidad. Pero son pocos los que, como Claude Chabrol, habrán podido exhibir un "certificado de buena conducta en el set". El lo tenía, y con firma reconocida: Orson Welles. Se lo había ganado en 1971, cuando el creador de El ciudadano intervino como actor en La década prodigiosa y comprobó el clima gozoso que Chabrol sabía imponer durante el trabajo. Y lo corroboraron cuantos colaboraron con él durante una trayectoria que abarcó 50 años y 60 films. Nunca perdió ese humor, que él sabía deslizar también (generalmente con malicia) aun en sus dramas más oscuros. "Lo primordial es generar una atmósfera de fiesta cuando se trabaja -decía-, ya que nunca se sabe si un film tendrá éxito o no, más vale pasarla bien mientras se lo hace."
Por cierto con su generosa producción, que abarca desde El bello Sergio (1957) hasta Bellamy (2009), conoció el aplauso, el éxito comercial, la reprobación y también el fracaso. Sin embargo, en sus películas dejó casi invariablemente su marca: la de un observador crítico de la pequeña burguesía. Más de un historiador opina que será indispensable recurrir a sus films cuando se quiera recoger información sobre los hábitos, el lenguaje y la conducta social de los franceses de la segunda mitad del siglo pasado.
En la obra de Chabrol esa observación puede manifestarse en la penetrante pintura de personajes con algo de monstruos ( La ruptura ), colarse en los pliegues de un relato policial ( El carnicero, La mujer infiel ), despuntar bajo el brillo de una comedia ( No va más ) o ilustrar conflictos de orden social ( La ceremonia , a la que definió como "el último film sobre la lucha de clases"). Era un analista feroz (y al mismo tiempo sutil, divertido, francesísimo) de la sociedad y sus lacras.
Entre los personajes de Chabrol, la normalidad suele ser aparente. Fascinado por el enigma, Chabrol busca aventurarse en la interioridad de sus personajes, por muy alarmante, contradictorio o ambiguo que sea lo que encuentre en el camino, y en esa indagación, descubre, claro, datos bien significativos sobre la moral de la época en que se desenvuelven.
Siempre el mismo film
"Chabrol hace siempre el mismo film", decían algunos en plan de crítica, otros con el propósito de destacar su condición de autor y su voluntad de afinar cada vez más el ojo para alcanzar la máxima precisión en el trazo, la mayor concisión en la construcción de sus historias y la más maliciosa y fina sutileza para envolverlas en una provocativa ambigüedad. En esa búsqueda tropezó con algunos desniveles (sobre todo en la década del 70, que cerró con una obra maestra: Niña de día, mujer de noche , 1978), o haberse atascado en algunas reiteraciones, pero le sobraba maestría para manejar los hilos de su representación y enredarnos en ellos lenta e insidiosamente.
Admirador de Hitchcock y de Fritz Lang, en sus mejores films de madurez - Un asunto de mujeres, La ceremonia, Gracias por el chocolate, La flor del mal - la maquinaria de precisión va ajustando cada vez más su dispositivo en una visible búsqueda de concisión. Sus films son depurados, compactos y al mismo tiempo atrapantes, perturbadores. Por supuesto, poco aptos para quienes conciben el thriller como una sucesión de giros sorpresivos y estallidos de acción.
No es que Chabrol hiciera siempre el mismo film, sino que en ellos fue inventariando hipocresías, convenciones, tabúes y falsas apariencias de la clase acomodada provincial en un tono en que la crítica feroz se combinaba con el humor negro. Y al hacerlo desafiaba al espectador: "Trabajo -decía- sobre la identificación con los personajes; lo que emprendo es una combinación entre la identificación y la distancia. Una vez que logro establecer el vínculo entre el espectador y el personaje, puedo llevarlo a ver lo que me gustaría que viera detrás de todo lo que no le muestro". Y podría añadirse: colocarlo en situación de asistir a las decisiones irracionales del personaje y llegar a preguntarse a sí mismo "¿por qué no?".
Uno de nosotros
Burgués él mismo, era hijo de un farmacéutico, pero se negó a seguir la tradición familiar. Prefería pasar el tiempo en cineclubes, donde conoció a Truffaut, Godard, Rivette, Rohmer. De ahí a la redacción de Cahiers du Cinéma hubo sólo un paso. El otro se lo facilitó el azar: una herencia que recibió su primera mujer (tuvo tres, entre ellas Stéphane Audran, con quien rodó algunas de sus mejores obras) le permitió financiar El bello Sergio , que triunfó en Locarno, le valió el premio Jean Vigo y dio impulso a la nouvelle vague .
Su obra atravesó etapas diversas. Abarcan de la renovación nuevaolera y los penetrantes exámenes de las relaciones humanas ( Las dulces amigas, Las infieles ) a la visión crítica de la burguesía que contenían sus ensayos policiales, en los que era un maestro (de La bestia debe morir , 1969, a La dama de honor , 2004), para no hablar de sus comedias ligeras o de sus aportes más bien olvidables a un cine francamente comercial.
El conjunto conforma cinco décadas de trabajo que, más allá de la variedad de temas y de propósitos y de la irregularidad de sus alcances, dibujan la figura de un narrador dueño de un estilo propio, un cineasta que puede deslumbrar con sus sutilezas y siempre se reserva, aun cuando enfrente los asuntos más graves, una mirada burlona sobre la fragilidad del ser humano.
Espectáculos
Lunes 13.09.2010
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