ACADEMICUS



UN PUENTE ENTRE EL MUNDO ACADÉMICO Y UNIVERSITARIO Y LA SOCIEDAD.


viernes, 11 de abril de 2014

ALFREDO ALCON 1930-2014 por Alejandro A. Dominguez Benavides



 

                                          
 Alejandro Domínguez Benavides(h) el director Roberto Villanueva y el actor Alfredo Alcón en el Teatro del Pueblo en diciembre de 2003.

Un ambiente sombrío. El sillón tapado preside el escenario. Al fondo dos tachos de basura. Contra una pared alta con una ventana pequeña. El silencio de la Sala Casacuberta del Teatro San Martin es quebrado por la voz inconfundible, gastada pero inconfundible de Alfredo Alcón en una interpretación memorable de Hamm de Final de Partida de  Samuel Beckett.

Alcón actor y director, año 2013. Mi último recuerdo. La última vez que lo vi en el escenario. Y que recuerdo Beckett unido a Alcón en una puesta perfecta.

Patrice Pavice, palabras más palabras menos, en su libro El análisis de los espectáculos. Teatro, mimo, danza, cine, escribió  que el crítico tiene que ver un espectáculo una  sola vez y ponerse a escribir su comentario. Dejarse llevar por la primera impresión, la primera mirada. Siguiendo el consejo del académico francés voy a escribir esta semblanza sobre Alfredo Alcón recurriendo a mi memoria en su memoria hoy que ha partido de este mundo.

Voy a dejar las frías necrológicas a los diarios  que sacan un párrafo de un lado y de otro y arman un rompecabezas de circunstancias.

No se cuando fue la primera vez que vi a Alfredo Alcón en el teatro. El teatro la música y el cine  me acompañan desde que mis padres me engendraron. No tuve la dicha de nacer  en la calle Corrientes porque le habré hecho un guiño a mamá para que no saliera las noches previas…y seguro que papá habrá perdido alguna reserva.

Pero lo cierto es que mi vida transcurrió rodeado de estos personajes que como Alcón marcaron una época de nuestro Cine el Teatro y casi podría decir mis años de vida. Recuerdo las tapas de las revistas Radiolandia y Antena que  muchos tilingos  escondían y que Victoria Ocampo, por ejemplo,  leía con curiosidad de mujer de mundo.

Insisto no puedo escribir una necrológica tradicional,  escribo lo que puedo.  ¿Un testimonio de una época de mi vida? ¿Un fragmento de mi memoria?  Ya vendrán los trabajos académicos, los análisis, las críticas y porque no una biografía.

Algunas pinceladas biográficas

Alfredo Alcón, único hijo, su madre quedó sola y tuvo que salir a trabajar, entonces la figura de la abuela se volvió imprescindible. Esas mujeres dejaron huella en su vida, si se hace una recorrida por los miles de reportajes que le han hecho siempre hay un recuerdo cariñoso y  agradecido hacia ellas, que lo educaron, y esa gratitud no quedo en palabras. Cuido a su madre y gasto una fortuna en enfermeras para que tuviera una muerte digna en su casa tras una larga enfermedad que lo mortificó pero no le quito la alegría.

Cuentan algunos allegados que cuando ganaba un premio se acercaba a la cama de su madre y aunque ella estuviera dormida bajo los efectos de las drogas, él le agradecía y le mostraba la estatuilla.

Un hombre agradecido de su público, de sus maestros, de los críticos.

Recuerdo que una vez lo entrevisté en mi programa de radio a mediados de 2005. Lo había visto en el Teatro San Martin en Enrique IV de Pirandello, dirigido por Rubén Schumacher. Salí conmovido. Recuerdo que caminé hasta Callao en silencio porque no me salían las palabras estaba a punto llorar.  Y esta confidencia fue el punto de partida de la entrevista. Estaba tan abrumado por mi entusiasmo y las llamadas de los oyentes que con vergüenza me confesaba a su vez que se sentía un impostor y que temía que lo descubrieran…

A los pocos días suena mi teléfono, hola habla Alfredo yo distraído iba caminando por la avenida Córdoba lo confundí y continuó Alcón soy Alcón quiero agradecerte la nota me regalaste un día de sol en medio de la oscuridad que vivía ese dia.

A partir de ese momento fueron varias las entrevistas. No necesitaba hablar con los agentes de prensa. Siempre estuvo a mi disposición. Como lo estuvo ante quienes requerían un consejo y hasta su dirección. En la década del 90 del siglo pasado, un grupo de egresados del Conservatorio presentó un espectáculo dedicado a García Lorca bajo su dirección en el Teatro IFT. Allí se notaba su impronta. El escenario despojado para que se luzca la palabra, la dicción el buen decir.

Se formó en la Escuela Nacional de Arte Dramático, la época de oro de  Cunill Cabanellas, de Alfredo de la Guardia y se nutrió no solo  de las enseñanzas de sus maestros sino  de la experiencia de directores y actores de quienes aprendió el oficio. Recordaba con gran afecto y admiración a  esa gran actriz que fue Milagros de la Vega, teníamos un romance decía broma. Con ella compartió el elenco en 1973 de Las Brujas de Salem de Henry Miller.

Timido, distraído por momentos aniñado. Contaba que una vez se encontró en el tren con Armando Discépolo y con sinceridad cerril el dramaturgo le dijo: Usted con esa cara va a interpretar Un guapo del 900 dirigido por Leopoldo Torres Nilson en 1960. No sabía donde meterme confesaba risueñamente.

En su larga carrera artística habrá representado cientos de obras del repertorio clásico. Supongo que le habrá ilusionado hacer el Rey Lear. El Teatro San Martin lo programó dirigido por  Jorge Lavelli  y fue convocado para hacer el protagónico. No sabemos que pasó. Se fue. No se pelió con el director.   

Pero al final  hizo su Lear -seguramente según una estética en la que se sentía más cómodo- en España y en 2009 en el  Teatro Apolo dirigido por Rubén Schumacher.

William Shakespeare estuvo muy presente en su repertorio Hamlet en los años 70, Ricardo III al final de los 80 y  en los 90 una versión maravillosa de La Tempestad dirigido por Lluis Pascual.

Pero en su carrera teatral no fueron solamente clásicos los que llevó a escena. Su espíritu juvenil hizo que incursionara con nuevos textos, desafíos, actores y directores.

Uno de sus grandes éxitos fue Una Filosofía de Vida del escritor mexicano Juan Villoro dirigido por Javier Daulte y acompañado por Claudia Lapacó y Rodolfo Bebán.

Alfredo Alcón ha dejado el escenario vacío y nuestra memoria atesora lo que vimos  y no vimos también o tal vez imaginamos. Pero la palabra que tanto respetaba el gran actor quedará intacta. Escucho su voz interpretando el Epílogo de la Tempestad encarnando a Próspero y diciéndonos: “Que vuestro aliento gentil hinche mis velas, o sucumbirá mi propósito, que era agradaros. Ahora carezco de espíritus que me ayuden, de arte para encantar, y mi fin será la desesperación, a no ser que la plegaria me favorezca, la plegaria que conmueve, que seduce a la misma piedad, que absuelve toda falta. Así vuestros pecados tendrán perdón y con vuestra indulgencia vendrá mi absolución”.